miércoles, 31 de octubre de 2012

EDUCAR...

EDUCA A TIEMPO!

Todo sabemos que es necesario reforzar y castigar para educar a los niños y a los adolescentes. Aún así, el principal reto es hacerlo de manera adecuada y adaptada a cada situación o momento.Castigar es proporcionar consecuencias negativas después de una determinada conducta indeseable. Es decir, cuando les quitamos algo que les gusta, por ejemplo, menos tiempo en la televisión; 
o cuando le añadimos algo que no les gusta, como podría ser hacerles copiar una frase. Con todo ello, el objetivo que se espera es que el niño aprenda que su conducta va seguida de consecuencias negativas para él, de manera, que disminuya estos comportamientos. Para ello, es necesario, que antes de castigar o justo en el momento de hacerlo se le explique claramente el motivo por el que esta siendo castigado, es decir, que él mismo sepa qué límite ha traspasado.

Al igual que en el refuerzo, existen diferentes tipos de castigos. Por un lado, tenemos los castigos materiales (un juguete, dinero); los sociales (una reprimenda, un sermón,…) o los de actividad (menos tiempo en la televisión, no jugar con la consola,…).
De esta manera, las pautas básicas a la hora de castigar serían:

Las normas o los límites han de ser claros y los niños y adolescentes han de ser conscientes de ellos.

Los castigos han de estar relacionados con la falta que han cometido y ser proporcionales a ésta.

Cuando decidimos aplicar un castigo, hemos de ser consistentes con él, en el sentido que hemos de mantener el castigo, sin ceder a las súplicas

Cada vez que se dé esa misma conducta, debe producirse el castigo. Es decir, ser coherentes y sistemáticos con nuestros actos para que ellos aprendan los límites adecuados. Asimismo, si les pedimos que se comporten de una determinada manera, nosotros hemos de ser ejemplo a seguir.

Se ha de destacar que el efecto de los castigos solo está presente durante un periodo de tiempo limitado y, normalmente, solo en presencia de la persona que suele imponer el castigo. Por ello, es importante que además de castigar se le enseñen conductas alternativas o adecuadas. Es decir, no solo se ha de reprimir la conducta indeseable, sino que también se le ha de modelar dentro de nuevas habilidades para que pueda adquirir otras maneras de solucionar los problemas o de enfrentarse a esa situación.

Asimismo, destacar el hecho que un castigo es como un “borrón y cuenta nueva”. No se ha de ir acumulando la rabia o la impotencia.

Finalmente, recalcar que siempre se ha de intentar educar en la perspectiva positiva. Ellos han de saber los límites y las normas para poderlas seguir, pero tenemos la tendencia de fijarnos solo en los aspectos negativos de todo lo que hacen y, frecuentemente, olvidamos los momentos buenos. Realmente, para educar, es esencial conocer las normas y seguirlas; felicitando cuando las cumplen y señalando cuando no lo han hecho, pero recordándoles el porqué y que se esperaba de ellos. Concluir, que un castigo, en el fondo, solo es una manera de inhibir una conducta.

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